COMO EN UN SOTANO
No sabía dónde estaba ni de que se trataba. Se sentía apretada y ahogada, le costaba respirar. Comenzó a moverse suavemente con miedo, primero movió una mano, luego la otra, continuó con todo el cuerpo. Ya vuelta en razón comprendió que iba a pasar un tiempo entre esas cuatro paredes y bajo ese mismo techo que acotaba sus movimientos. Sabía tendría que respirar hondo y no enloquecer por el encierro. Controlar su mente acompañada de esa inmensa ansiedad era difícil, pero valía la pena. Tenía que esperar a que ese profesional, recibido en vaya a saber donde, decidiera cuál sería su momento.
De vez en cuándo alguna luz pasaba por su techo, ella se asustaba y cerraba los ojos. Sólo se alimentaba cuando alguna persona decidía tirar su alimento por un tubo que llegaba hasta ella. Escuchaba voces y en sus oídos retumbaban los pasos. Pero había una voz especial, una mujer que debería de vivir allí arriba, porque sus palabras se le repetían todos los días llenando de paz su ser. Al escucharla se acurrucaba como un pajarito en su pequeño nido y con calor de eterno hogar cerraba sus ojos entrando en un inmenso sueño. No sabía nada de su propia vida pero ya había descubierto quién era su madre aunque aún no la conocía. Sabía que nunca conocerá a su padre lo escuchó de una señora que decía ser su tía y que tenía una voz extremadamente insoportable.
Los momentos de mayor tranquilidad eran por las noches, sentía un calor especial como si un fuego acariciara su techo acompañando una canción infantil tarareada, que la llenaba de placer y nuevamente quedaba dormida.
Una madrugada despertó demasiado ansiosa por salir, no aguantaba más, sentía que su casa la estaba consumiendo, ya no quería mirarse las manos tan de cerca y necesitaba poder estirarse completamente. Decidió que no quería esperar más, ella era quien decidiría cuándo salir y así lo hizo.
Comenzó a golpear las paredes y el techo, necesitaba llamar la atención de alguien que viniera en su ayuda. Se asusto al sentir gritos y llantos que venían desde arriba, sonidos de pasos, corridas y sirenas que la inmovilizaban de a ratos. Luego continuaba en su búsqueda de ser escuchada. Muchas voces juntas se escucharon de golpe, alguien la quería ayudar. Sus ojos se encandilaron al ver un puntito de luz y entendió que del otro lado la esperaban. Haciendo fuerza con su cabeza comenzó a estirarse para por fin salir a otra realidad, donde conocería a esa madre que luego de nueve meses estiraba tan ansiosos sus brazos hacia su llegada.
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