CONOCERME TODOS LOS DÍAS
Todas las mañanas se acercaba a esa cama en miniatura que no ocupaba mas que un pequeño rincón de un enorme cuarto. En muchos momentos le costó entender de qué se trataba todo aquello, se preguntaba qué era lo que había cambiado en su vida. Para él cambiaba todos los días y siempre se sentía por primera vez en cualquier lugar. En algún momento se daba cuenta que tenía pensamientos repetidos y al final del día entendia la razón, pero a la mañana siguiente todo comenzaba de nuevo. Siempre se cruzaba con una mujer por el largo pasillo que conectaba las salas. Nunca la saludaba ya que no la conocía y no le importaba generar vínculo alguno, sólo observaba cómo ella con una sonrisa lo miraba fijo a los ojos y muchas veces trataba de acariciarlo disimuladamente. Se molestaba mucho por no saber quién era esa, pero también entendía que alguien debía de estar cuidando a la criatura que en su cuna dormía todas las mañanas. Quizá ella era de esas contratadas para esa tarea. Esa noche sintió ganas de salir al balcón y encender uno de esos cigarrillos que había encontrado antes en su mesita de luz sin saber a quien pertenecían pero tampoco le importaba. Apoyó sus codos en la baranda y trató de que el color encendido de aquel cigarro se mezclara con las estrellas. Miró por encima de su hombro y vio a esa mujer acercándose muy lentamente, ella comenzó a hablar sin que nadie se lo pidiera, el pensó en lo bastante mal educada que era por mezclarse sin ser solicitada. Las palabras de la chica fueron captando cada vez mas su atención. En algunos tonos de su voz él se sentía como en casa, pero al mirarla una sensación de incertidumbre reaparecía. Ella continuaba hablando y comenzó a contarle una historia, de a poco él fue sintiéndose cada vez más débil, miro a los ojos de la mujer y al instante ella apretó su mano, él se lanzo a llorar y ella lo abrazó contándole el final de la historia como hacía cada noche de esos últimos seis meses. Le contó que existen muy pocos casos de Alzhéimer en menores de 40 años pero que ella y su pequeña confiaban en el amor que ellos tres formaban. El corrió al mismo cuarto que solía acercarse todas las mañanas y observó dentro de la cuna. Trató de entender el sentimiento por aquella hermosa personita y se dio cuenta que muchas veces no debemos entender, simplemente debemos vivir.
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