LADRIDOS CELEBRADOS

Ese día estaban todos. Veinte personas sentadas en una misma mesa. No faltaba nadie, toda la familia estaba reunida para celebrar no sabían bien qué, pero de todas formas lo importante eran ellos mismos. En medio de risotadas, abrazos de alegría, juegos de manos de algún típico tío gracioso alguien estaba muy nervioso allí. El único que no era humano en aquella reunión era Jaul, el perro de los abuelos, que estaba muy inquieto. Los demás no entendían la razón, ya que tendría que estar acostumbrado a ese tipo de reuniones, pero Jaul ladraba sin parar dirigiéndose siempre al piso que parecía estar intacto como siempre. De un momento a otro todo había cambiado, los pocos que podían volver a abrir sus ojos todavía no entendían lo sucedido. No había luz dentro de aquella cuarta pared que ya no formaba un cuadrado. Los ladrillos estaban en polvo y tapaban algún cuerpo que no sobrevivía. La tierra había sido hacia un momento un caos de objetos y seres inútiles. Ningún responsable quiso avisar a la sociedad de aquel terremoto inadvertido prefiriendo no generar alerta y llevarse con un simple silencio dieciocho personas en un mismo festejo.

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